El 30 de mayo de 2025, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó que China había incumplido un acuerdo comercial alcanzado en Ginebra, que permitía rebajar temporalmente los aranceles bilaterales a cambio de la reanudación de exportaciones de minerales estratégicos.

Según el pacto, Washington suspendió por 90 días unos gravámenes que llegaban hasta el 145% sobre productos chinos, mientras Pekín se comprometió a expedir licencias para exportar tierras raras—clave para industrias tecnológicas y automotrices—y otros insumos críticos. No obstante, Trump y representantes de la Oficina del Representante de Comercio de EE. UU. denunciaron que las exportaciones no se habían reactivado como se acordó, lo que, según ellos, está afectando la cadena de suministro global.
Frente a este presunto desacato, Trump aseguró en su mensaje que dejará de ser “Mr. Nice Guy” y recuperará los aranceles originales e incluso podría imponer nuevos gravámenes si China no rectifica de inmediato. Asimismo, la administración ya ha revocado visas a estudiantes chinos y endurecido controles de exportación en el sector de semiconductores y alta tecnología.
Desde Beijing, el Ministerio de Comercio acusó a EE. UU. de “bullying económico” y unilateralismo, defendiendo que las contramedidas chinas—como la imposición de aranceles de hasta el 34% sobre productos estadounidenses y controles a la exportación de minerales—son una respuesta legítima a las acciones de Washington.
La falta de cumplimiento y la escalada retórica han enfriado las conversaciones bilaterales, y analistas advierten que, sin un acercamiento directo entre Trump y el presidente Xi Jinping, las tensiones podrían agravar la volatilidad de los mercados y paralizar sectores clave de la economía global.
